AGRADECIDA A MI MADRE, GRACIAS, GRACIAS, GRACIAS.

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¡Hola a todos!💟

Dicen que el amor fraternal es un sentimiento de amor eterno, y ahora nos enseñan que hay que demonizarlo. Mal, muy mal. El amor fraternal es el que te ancla a la Tierra🌍


Y por eso debe estar sano y bien, con más o menos trato, pero sin heridas.


Ayer, desde el equipo de SUKIGONBEE, me preguntaron si podían compartir con todos vosotros mi frase "La base del verdadero amor es el perdón a uno mismo" junto a una pequeña explicación. Esta frase aparece en el artículo 👉 MADRES: El dolor causado por una frase repetida.


También me propusieron contar el origen de esa frase, así que allá voy. 😊


Recuerda: en toda historia siempre hay dos versiones, y ninguna de ellas carece de verdad, porque ambas reflejan las realidades de las vivencias de cada persona.


📚 Mi Trozo de Historia

La relación con mi madre durante 30 años ha sido una mezcla de verdadero amor y verdadero rechazo. En esa dualidad, siempre prevalecía el amor, porque de verdad siento un profundo amor por mi madre.


Cuando aún no había cumplido mi primera década de vida, mis padres decidieron separarse. ¡Fue una verdadera tragedia para mi hermana y para mí! Justo una semana antes, había roto un florero o un cenicero, no recuerdo bien, y mis padres discutieron por eso. Para mí, fue algo trágico en ese momento.


¡Mis padres se separaban por mi culpa! Estaba totalmente convencida de ello. Me sentía tan mal y culpable que estaba segura de que, si lo decía en voz alta, mi hermana, la persona que más quería en ese entonces, me odiaría de por vida. Por eso, guardé ese sentimiento en lo más profundo de mi corazón.


En esos días de desconcierto en casa, con portazos, silencios y un ambiente tan extraño para nosotras, no quería ni mover un pelo, por si alguien se daba cuenta de que yo era la razón de esa pelea. Jugaba, me hacía la loca, pero sobre todo contenía la respiración para escuchar bien las conversaciones de los adultos.


En una de esas conversaciones, oí a mi madre decirle a una amiga una frase que había escuchado mil veces desde que nací y que seguiría oyendo muchos años después: "Me quedé embarazada, he perdido mi juventud, pero de verdad lo quiero. ¿Qué hago ahora con mis niñas?". Esa maldita frase. "He perdido mi juventud", "tus abuelos nos obligaron a casarnos", "por ser madre tuve que trabajar mucho siendo una niña para que no te faltara de nada".


Recuerdo perfectamente lo que hacía ese día, porque fue cuando mi diminuto cerebro hizo clic y entendió que mis padres se divorciaban por mi culpa, porque nací. Y ahora se odiaban, y se odiarían por muchos años.


Desde entonces, mi madre volcaba todas sus frustraciones en mí. La separación de mi padre fue para ella un torbellino de dolor y amargura, y tuve que empezar a comportarme como una adulta para cuidarla y protegerla.  y empecé a caerle peor. Ella no se daba cuenta, pero con mi hermana era más dulce y la protegía más. Me quería mucho, decía que haría sin mí, me daba muchos abrazos y besos de esos que dicen "mi madre me quiere" "Eres mi mejor muñeca". Pero luego, siempre que le pasaba algo, yo le había robado su juventud, no pudo divertirse, tuvo que trabajar... hasta que se le pasaba y volvía a quererme más que a su vida.


Ante ese dolor que yo le causaba y que notaba, ese año traté de ser una hija modelo. No quería que sufriera más por mi culpa. Estudiaba mucho, hacía todo lo que ella me pedía y siempre trataba de que se sintiera muy orgullosa de mí. Quería que me perdonara por esa culpa.


Porque, ya os lo he dicho, mi madre me quería, me quiere y nos quiere más que a su vida. Pero tiene esa gran herida en el alma.


Cuando tuve a mi hijo a los 29 años, entendí a mi madre. Yo era una adulta que había vivido una gran vida. He viajado, me he reído, he disfrutado, he bailado, he estudiado, he trabajado, he tenido compañeros de marcha, de viaje y de vida. En definitiva, he vivido porque mi madre se encargó de que yo viviera muchas cosas que ella no pudo. Pero al tener a mi hijo en mis brazos, me di cuenta de que para una niña de 16 años tuvo que ser muy difícil. Dos adolescentes con un tesoro que les ilusionó, pero también sintieron que se les arruinó la vida.


Mis padres se conocían hacía poco menos de un año cuando yo aparecí en sus vidas. Mi padre pasó de irse de cañas al parque a tener la tutela de una joven a la que no entendía mucho (porque era andaluza 'cerrá') y un bebé. Y mi joven madre pasó de jugar con sus hermanas a las muñecas a tener "la mejor muñeca del mundo".


Un día, tras una discusión en la que volvió a salir la frase "no he tenido juventud", pensé: "Me tienen que perdonar ya, todo no es mi culpa. Mis padres y mis hermanas me roban la vida con todas sus quejas continuas". Y reflexioné: "¿Me tienen que perdonar? Pero. ¿Culpa de qué?"


Ahí fue la segunda vez, después de dar a luz, que pensé en mi madre desde sus zapatos. Recordé lo que yo pensaba y hacía con 16 años, y lo que se hacía con los 16 en los años 80. Imaginé la vida que mi madre pudo haber llevado y tenía razón. Tomar la decisión de tenerme le robó su juventud. Pero fue su decisión. Yo no podía cargar con ella.


Profundicé aún más y pensé: "Uff, menos mal que me tuvo. Si no, yo no podría haber tenido a mi hijo. Ella pudo decidir, huir, no casarse y abortarme. Pero decidió tenerme y amarme con lo que eso conlleva siendo adolescente. ¿Qué más le podía pedir a mi madre? Si era una chavala sin estudios, muy trabajadora, con una cultura muy cerrada y los paradigmas de la época. Solo le podía dar las gracias todos los días de mi vida".


Y desde hace 10 años le doy las gracias todos los día a Dios y a ella. "Gracias por ser mi madre, gracias de corazón, gracias con toda mi alma. Gracias porque, incluso con todas tus frustraciones, tu amor fue y es el mejor que me puedes dar".


Y comprendí que a quien tenía que perdonar era a esa niña asustada que siempre estuvo conmigo. Esa niña que hacía años sabía que ella no tuvo nada que ver con el jarrón, y que aunque obligó a sus padres a unirse en matrimonio, también sus padres pudieron decidir seguir otros caminos y ser felices.


Con mucha fe, tiempo, alma y generosidad, hoy puedo decir que me he perdonado. Al hacerlo, he descubierto lo mucho que amaba a esa niña "rebelde a veces", con tantas heridas emocionales causadas por unos padres jóvenes e inexpertos que no la protegieron en algunos aspectos importantes de la vida, porque en realidad ellos tampoco sabían cómo hacerlo (lo que ahora entiendo y perdono). Esa niña que siempre amó con el alma a sus padres, porque para ella eran y son, a día de hoy, lo mejores padres que le pudieron tocar.


Por eso la frase "La base del verdadero amor es el perdón a uno mismo" tiene tanto significado para mí. Tenía mucha autoestima, pero empecé a amarme de verdad cuando me perdoné de corazón y me liberé de esa culpa que sentía que tenía.


Mi madre es una gran mujer, con muchos defectos (que la hacen única y nos sacan de quicio a todos) pero con muchísimas más virtudes.


Contar este pedacito de mi vida, no sé si puede ayudarte, a la vez no estoy muy segura de que haga bien exponiéndome así en internet, pero si te sirve como ejemplo, de lo que es perdonarte y perdonar a mi ya me merece la pena.


¡Nos vemos pronto!💪






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