Adolescentes rebeldes, solo una etapa pasajera.

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¡Hola Sukis!👋

Cuando echas la vista atrás, pero muy atrás, hasta tu adolescencia y ves la adolescencia de tu hijo piensas: ¡Angelito de mi vida! ¡Pobres mis padres!🙆💖




Hoy queremos hablaros de algo que todos hemos vivido, algo que nos une y nos hace reír cuando lo recordamos. ¡Sí! ¡Vamos a hablar de los adolescentes y esa etapa de rebeldía! Pero no creáis que esto es una queja; esto es un paseo por la memoria, un viaje de vuelta a esos días en que nosotros mismos éramos los rebeldes.


¿Te acuerdas de esos años? ¡Qué tiempos! Cuando nos mirábamos al espejo y pensábamos que lo sabíamos todo. ¡El mundo era nuestro! No sé tú, pero yo recuerdo esos peinados a lo Grunge. ¡Dios mío, los peinados! Estilos tan extravagantes que parecíamos antenas parabólicas. Y ni hablemos de la ropa. ¡Esos pantalones acampanados de cintura baja y esos zapatones que ojito al que le dieras una patada! Pero claro, en ese momento nos sentíamos como estrellas del Hip Hop.


Y la música... ¡Ay, la música! ¿Quién no se pasó horas dándole vueltas al cassette con el Bic para volver a escuchar esa canción que te tenía atontao' perdio'? Bueno y el que tenía un discman era un Semidiós, porque el Dios indiscutible era el que tenía ordenador en casa o videoconsola. Aunque, siendo honestos, la mitad de las letras eran solo un montón de "oh-oh" y "uh-ah". Pero eso no importaba. Cada uno de nosotros tenía su banda sonora personal, esas canciones que nos hacían sentir únicos, incomprendidos, y, por supuesto, los más cool del barrio.


¿Y qué tal las discusiones en casa? Ahí estábamos, listos para defender nuestra libertad como si fuéramos grandes revolucionarios. La mitad de los padres pensaban que en los recreativos estaba el hombre del saco para llevarnos. Y si no el tema era las discoligh con ese lento al final que era una potencial trampa para que te metieran mano. Mientras tanto tu a grito pelao' "Mamá, papá, vosotros no entendéis nada. Yo sé lo que hago". ¡Qué valientes! Exigiendo salir hasta tarde, bueno, tarde en aquella época si tu padre te dejaba hasta las 12 eras un tío con suerte y tus padres súper enrollaos', siempre queriendo hacer lo que nos diera la gana, sin pensar en las consecuencias. Porque, claro, ¿para qué pensar en eso? ¡Éramos invencibles! O al menos eso creíamos.


Pero no nos equivoquemos, chicas. Esa rebeldía es parte del crecimiento. Es el proceso de descubrir quiénes somos y dónde encajamos en este gran mundo. Y a veces eso significa cometer errores, probar cosas nuevas, y desafiar a la autoridad, aunque solo sea para ver qué pasa. Es como si cada adolescente fuera un pequeño científico loco, experimentando con su vida para entenderla mejor.


Ahora, como adultos, miramos hacia atrás y nos reímos de todas esas locuras. Pero también aprendemos a ser pacientes con los adolescentes que nos rodean. Porque sabemos que detrás de cada adolescente rebelde hay un joven tratando de encontrarse a sí mismo. Y como padres, hermanos mayores, o simplemente como amigos, nuestro trabajo es estar ahí para ellos. Escuchar sus historias, brindarles consejos cuando los pidan, y sobre todo, darles todo nuestro apoyo.


Y así es como, con amor y comprensión, nuestros adolescentes vuelven al sentido común. Se convierten en adultos que miran hacia atrás y se ríen de sus propias travesuras. Porque, al final del día, todos hemos sido adolescentes. Todos hemos tenido nuestros momentos de rebeldía, nuestras peleas por la libertad, y nuestras noches de desvelo pensando que el mundo estaba en nuestra contra.


Pero lo hermoso de crecer es darse cuenta de que todo eso fue parte del viaje. Un viaje lleno de lecciones, de risas, y de momentos que nos han hecho quienes somos hoy. Así que, la próxima vez que tu adolescente rebelde se ponga en modo onfire, no te enfades ni te frustres. Recuerda que también fuiste así. Y que, con un poco de amor y paciencia, ese adolescente encontrará su camino.


Así que celebremos la rebeldía, celebremos el crecimiento, y celebremos la vida. Porque todos somos parte de esta gran aventura llamada vida, y lo que hay que hacer es contarles a nuestros hijos como fuimos nosotros, para que nos tengan de ejemplo. Y ellos tomen la decisión en situaciones similares de tomar o no las mismas decisiones o aprender de ellas.


¡Hasta la próxima!

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