Había una vez, en un pequeño pueblo rodeado de montañas, un joven llamado Teo.
Un día, el sabio del pueblo, un anciano llamado Orlo, le dijo:
—Teo, no necesitas ser el más fuerte ni el más rápido para ser un caballero. Lo que necesitas es aprender a prepararte bien.
El anciano llevó a Teo al bosque y le mostró un cofre brillante escondido entre los árboles.
—Aquí tienes la armadura mágica —dijo Orlo, abriendo el cofre.
Dentro había un casco, un escudo, una coraza y unas botas, pero no eran como las de cualquier caballero. Eran ligeras, brillantes y parecían hechas de luz.
—Esta armadura es especial —explicó Orlo—. No solo te protege de los peligros que puedes ver, sino también de los que no puedes ver, como el miedo, las dudas y las palabras hirientes. Pero tiene un truco: debes llevar cada pieza todos los días y aprender a usarlas correctamente.
Teo se emocionó y empezó a probarse la armadura.
—¿Cómo funcionan? —preguntó.
—El casco protege tu mente. Llénala de pensamientos valientes y positivos. Si crees que puedes lograrlo, serás más fuerte que cualquier gigante.
—El escudo es tu defensa. Usa la paciencia para protegerte de las palabras o acciones que intenten lastimarte.
—La coraza cubre tu corazón. Cuídalo siendo amable y sincero con los demás.
—Y las botas te ayudarán a avanzar, incluso cuando el camino sea difícil. No te detengas ante los obstáculos.
Teo practicó durante semanas, aprendiendo a ponerse cada pieza de la armadura y a usarla correctamente. Al principio le costaba, pero con el tiempo notó algo curioso: no solo era más valiente, sino también más feliz y tranquilo.
Un día, el pueblo fue atacado por un dragón que lanzaba palabras como flechas: "¡No vales nada! ¡No lo lograrás!" La gente corría y se escondía, pero Teo se puso su armadura y salió a enfrentarlo.
Cuando el dragón lanzó sus palabras, Teo las bloqueó con su escudo de paciencia.
—¡No me alcanzarás! —dijo Teo.
El dragón rugió y trató de confundirlo, pero el casco protegió la mente de Teo, que solo pensaba: "Puedo hacerlo. Estoy preparado".
Entonces, Teo avanzó con sus botas firmes, esquivando los ataques y, con una sonrisa amable, dijo:
—Dragón, aquí no tienes poder. Este pueblo está protegido porque trabajamos juntos y no dejamos que el miedo nos gane.
El dragón, confundido y sin fuerzas, desapareció. Todos celebraron a Teo, no solo como un valiente caballero, sino como un ejemplo de cómo prepararse y protegerse ante cualquier reto.
Desde ese día, Teo no dejó de usar su armadura, porque había aprendido que la preparación era su mejor defensa, no solo contra dragones, sino contra cualquier desafío de la vida.
1Tesalonicenses 3:10
🌟Moraleja:
Estar preparado con valentía, paciencia y bondad es la mejor forma de enfrentar los retos, visibles o invisibles.
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