¡Hey Sukis!
¡Amiga!, si cada buñuelo pudiera hablar, te contaría mil historias de abuelas con moño, nietos correteando y aceite chisporroteando. 🍩
Los buñuelos de viento no solo son un postre: son un abrazo, un rezo y un aplauso todo en uno. Se preparaban en Todos los Santos, pero yo te digo una cosa... ¡Están tan ricos que da igual el día!
🧑🍳 Ingredientes para unos 25 buñuelos:
● 125 ml de agua
● 50 g de mantequilla
● 75 g de harina
● 2 huevos
● Una pizca de sal
● 1 cucharada de azúcar
● Ralladura de limón (opcional)
● Aceite para freír
● Azúcar glas para espolvorear
Opcional para el relleno: nata, crema pastelera, chocolate, cabello de ángel… o lo que tu antojo te grite.
👩🍳 Preparación paso a paso (con amor y algún grito a los niños)
Pon el agua al fuego con la mantequilla, la sal, el azúcar y si quieres, un poco de ralladura de limón. Cuando empiece a hervir, añade la harina de golpe y remueve sin parar como si te fuera la vida en ello. ¡Que no se formen grumos!
Cuando la masa se despegue del cazo como si quisiera escapar, retírala del fuego y deja que se temple un poquito.
Añade los huevos uno a uno, removiendo bien después de cada incorporación. Aquí se pone duro el brazo, pero tú piensa en lo ricos que van a salir (o usa una batidora si no eres muy de sufrir por la tradición 😆).
Calienta el aceite en una sartén honda. Con dos cucharitas, ve cogiendo porciones pequeñas de masa (¡que crecen como adolescentes!) y fríelas hasta que estén doraditas.
Sácalos, escúrrelos en papel y espolvorea con azúcar glas como si nevaras felicidad.
Si los vas a rellenar, ábrelos con cariño y mete dentro lo que más te guste. Y si no, así, tal cual, están de muerte.
🤫 Trucos de mi abuela (los que no te dice nadie)
El secreto de que estén huecos por dentro es no hacerlos muy grandes y freírlos con el aceite a temperatura media. Si está muy caliente, se doran por fuera pero quedan crudos por dentro.
No toques la sartén mientras se están hinchando, que se desinflan como mi ánimo un lunes.
Puedes hacer una tanda y congelarlos sin freír. El día que te venga antojo, directos al aceite, sin descongelar. ¡La magia del congelador!
❤️ Cada vez que hago buñuelos, me acuerdo de mi abuela, que me enseñó a hacerlos diciéndome:
“Hija, si un día te sientes triste, ponte a freír buñuelos… El aceite no cura, pero entretiene”.
Y tenía razón. Cocinar es un acto de amor, de memoria y de alegría. Así que, queridas, hoy teneis la excusa perfecta para llenar la casa de olor a infancia y azúcar. Invita a alguien, acompaña con un cafelito y… ¡a buñuelear! 😍🍩